Valerie Byrne: llegó a Menorca hace 36 años

Valerie llegó a Menorca hace 36 años, en un vuelo directo desde Cork, Irlanda y nunca volvió atrás. Aunque sigue siendo joven, ya tiene dos hijos y dos nietas nacidos en la isla. Desde entonces, se ha dedicado al sector de la hospedería, desarrollando productos y experiencias para el turismo. Siempre visita su tierra natal ya que la lleva muy dentro de su corazón.

¿Cómo llegaste a Menorca?

Ni siquiera sabía dónde estaba en el mapa. Me habían contratado como representante turística para los seis meses de verano en Baleares y seis meses de invierno en Canarias.

Eso fue en el año 1987 y me contrataron directamente desde Cork.

En esa época había muchos clientes irlandeses en la isla. Sabía hablar español, ya que estuve viviendo en Bilbao los dos años anteriores, trabajando como profesora de inglés en casa de una familia de fabricantes de galletas.

Valerie Byrne menorca

¿Cómo decidiste quedarte en la isla?

Ese mismo año conocí a mi marido y ya me quedé aquí. El primer invierno vivimos en un pequeño apartamento en Sol del Este.

¿Cómo te adaptaste a la isla?

Me costó, ya que vivía en una urbanización, no conducía, no conocía a nadie y tampoco había mucha gente. También me costó adaptarme al cambio cultural que hay entre España e Irlanda.

¿Qué es lo que más te gusta de la isla?

Creo que si te pierdes por un camino o carretera siempre descubres algo interesante, histórico o vistas increíbles. Es una isla llena de encanto.

Desde que me compré una bicicleta eléctrica, disfruto y desconecto pedaleando por caminos rurales, apreciando los colores del campo en las diferentes estaciones y saludando a los burros, vacas, aves, ovejas……

En estos últimos veinte años ¿cómo has visto la isla cambiar?

La vida es muy diferente ahora. Uno de los ejemplos más simbólicos, es cuando, años atrás, en la plaza del claustro en Mahón, todo el mundo aparcaba el coche y dejaba las llaves puestas por si alguien tenía que moverlo, de eso tampoco hace tantos años.

El transporte público ha mejorado mucho, la conexión aérea y marítima también.

Por otra parte, me parece que han disminuido mucho los comercios y negocios locales, lo que me parece una lástima, en un lugar tan pequeño son muy importantes.

El comercio está saturado con los mismos productos, las fábricas artesanales ya apenas existen.

El turismo siempre es un tema controvertido

Por un lado, mi familia y yo hemos entablando amistad con turistas que volvían al complejo año tras año. Eran clientes fieles, formábamos una gran familia. Durante los años 90 había más tiempo para atender al cliente, de forma más personal, el trato era muy familiar y animado. Había que ser polivalentes: se trabajaba en la recepción 6.5 días a la semana y por las tardes se organizaban la minidisco y las actividades con los clientes, a veces incluso, había que hacer tareas sencillas de mantenimiento.

Hoy en día la gente se limita a las funciones que dicta su puesto de trabajo. El cliente es más exigente, hay que adaptarse a las necesidades de todo tipo de personas, ya sean jóvenes, mayores, parejas, familias, etc.

La publicidad que se ha hecho de Menorca, enseñando las fotos de playas vírgenes y las fiestas de San Juan, ha provocado una masificación sobre estos puntos de interés. Creo que se debería restringir el número de barcos comerciales en ciertas épocas, debería haber un número limitado de personas y disponibilidad más controlada de alojamiento.

¿Cómo vives el invierno?

Trabajo todo el año, así que mi rutina sigue más o menos igual. En invierno, al disponer de más tiempo, podemos disfrutar más en familia.

Lo que menos me gusta es que oscurezca tan pronto, ya que por las tardes las actividades son limitadas.

¿Con qué te quedas?

Al ver el estado del mundo en estos tiempos considero que vivimos en un lugar privilegiado y que hay que cuidarlo. Me encanta ver la luna llena sobre la isla bonita.