Sergi Llull campeón mundial de baloncesto

Itziar Lecea

A los que os gusta el baloncesto, no tengo que contaros que hace pocos días la selección española de baloncesto se proclamó campeona del mundo en Pekín. Lo que quizás no sabéis -o quizás sí- es que entre el equipo ganador se encuentra un menorquín. Él es Sergi Llull y su apellido suele dar problemas a los locutores deportivos en el momento de comentar sus jugadas. ¿Quieres conocerle un poco mejor?

Sergi Llull nació en Mahón, en el año 1987. Desde pequeño mostró grandes aptitudes para el deporte rey en Estados Unidos, aunque la cantera española ha demostrado que los americanos no son los únicos en tener buenos jugadores.

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sergio llull

Sus primeros botes de balón los dio en La Salle, un colegio de la ciudad del levante menorquín. Con los años, y gracias a las proezas que Llull ha conseguido durante su carrera, el pabellón en el que comenzó fue rebautizado en el 2018 con su nombre. Y, aunque por trabajo no puede estar mucho en casa, es un gran enamorado de la isla. En Menorca fue donde se casó en 2017, con su novia Almudena Cánovas, en un ceremonia que se celebró en la Iglesia de Santa Maria en Mahón y una recepción por todo lo alto para los invitados en La Mola, en el puerto de la misma ciudad.

A parte de su recién estrenado título mundial, Llull ha conseguido con la selección española de baloncesto tres títulos europeos en 2009, 2011 y 2015. Además, jugó en el equipo olímpico en Londres 2012, en el que ganaron la plata, y Río 2016, donde se hicieron con el bronce.

Su primer equipo tras salir de la isla fue el Basquet Manresa, al que se unió en la temporada 2003/2004, con 16 años.

Ya con 19, el Real Madrid lo ficha por tres temporadas, que se han ido alargando hasta la fecha. Aunque puede considerarse un jugador de altura -mide 1,90- sus capacidades le han valido para ser considerado un elemento clave en los encuentros de infarto, en los que es capaz de mantener el temple y realizar la última jugada del partido con varias victorias.

Por eso le llaman cariñosamente “el increíble Llull” o “el aeroplano de Mahón”.